sábado, 29 de diciembre de 2007

jueves, 20 de diciembre de 2007

¿Coincido? ¡Coincido!

Estimados señores evangelistas,
evangelizadores, anunciadores del mensaje único,
ganadores de almas y afines, necesito decirles algo:

Me cansé de la salvación.
Me cansé.
Me cansé de que el asunto sea salvarse,
de que salvarse sea lo importante,
lo primero,
lo mejor y más urgente que deba uno hacer.

¿Jesús quiso salvarse?
¿Los profetas quisieron?
¿Era eso lo que querían?

¿Jesús invitó a la gente a salvarse?
¿Les propuso un conveniente y accesible plan de salvación?

¿Por qué a los religiosos de su tiempo
les irritaba tanto su mensaje?
¿Porque trataba el tema de la salvación eterna?

¿Por qué lo mataron?
¿Por hablar de nubes y trompetas y coros de angelitos?
¿O por hablar de panes y camisas?

¿Por qué Jesús habló tanto de un Reino de justicia,
de un modelo,
de un sistema diferente,
y tan poco de qué pasos exactos dar para salvarse,
para no ir al infierno?
¿Por qué no habló de eso?
¿Por qué de eso tuvo que ocuparse Pablo, o Lutero,
o la Cruzada Estudiantil y Profesional para Cristo?
¿Por qué prefirió ocuparse de temas tan poco prácticos,
tan vagos y difusos
como el amor a Dios y a los demás?
¿No le importaba el destino eterno de sus oyentes?

La tarde esa en que les explicó lo de compartir el pan
y la camisa con el que no tiene,
¿no le importaba que esa noche
alguno de ellos muriera sin haberse salvado?
¿Los hizo perder el tiempo en pan y camisas
cuando lo más importante era ir al Cielo?

¿Por qué a los religiosos de hoy
les importa tanto que la gente se salve?
¿Aman tanto a la gente?
¿Quién se salva realmente cuando la gente se salva?

Y además, ¿no es un poco egoísta
pensar en salvarme,
y pensar en la salvación de mis seres queridos?
(que la inundación se lleve a todos los desagradables vecinos que tengo,
pero que no atraviese el cerco
de maderitas blancas que rodea mi casa, por favor).

Y además, ¿no es un poco ciego,un poco irresponsable,
un poco desconsiderado hacia un Dios que quiso darnos una vida terrestre,
creer que la salvación consiste en ir al Cielo,
y en llenar mientras tanto nuestros días
dedicándonos exclusivamente a enviar a otros al Cielo?

ATENCIÓN:HIPÓTESIS INDEMOSTRABLE:AFIRMACIÓN EXAGERADA, IRRITANTE, INEXACTA:REGALO DE REYES PARA LOS QUE AMAN QUEMAR A OTROS EN HOGUERAS:

Cuando Jesús hablaba del Reino de Dios,
no hablaba del lugar futuro
para los que hoy se salvan.
Hablaba del lugar actual
para los que eligen compartir la camisa
en vez de salvarse.


Pablo Alaguibe

martes, 18 de diciembre de 2007

Pena, una pena

I found this:


Rueda hacia mi frío, y mojado, y me acaricia el vientre con sus manos callosas. Y a mí me gusta. Sí, quiero ser su ternerita. Quiero quedarme aquí con él, y abrirme a él, y enroscar mis piernas alrededor de sus caderas. Quiero tener hijos con él y vivr la bella vida que anunciaba la urraca. Pero siento en el pecho el peso de una pequeña pena, una pena extraña, como si echara de menos campos que nunca he visto y cosas que nunca he hecho, cielos que no conozco, ríos en los que no me he bañado. Incluso me parece echar de menos a un Jacques que no es Jacques. Le aparto de un empujón.

Historia del rey transparente

miércoles, 5 de diciembre de 2007

Un poco de Nietzsche

De los despreciadores del cuerpo

A los despreciadores del cuerpo quiero decirles mi palabra. No deben ni aprender ni enseñar otras doctrinas, sino tan sólo decir adiós a su propio cuerpo- y así enmudecer.
“Cuerpo soy yo y alma” así habla el niño. ¿Y por qué no hablar como los niños?

Pero el despierto, el sapiente, dice: cuerpo soy yo íntegramente, y ninguna otra cosa; y alma es sólo una palabra para designar algo en el cuerpo.

El cuerpo es una gran razón, una pluralidad dotada de un único sentido, una guerra y una paz, un rebaño y un pastor.

Instrumento de tu cuerpo es también tu pequeña razón, hermano mío, a la que llamas “espíritu”, un pequeño instrumento y un pequeño juguete de tu gran razón.
Dices “yo” y estás orgulloso de esa palabra. Pero esa cosa aún es más grande, en la que tú no quieres creer, -tu cuerpo y su gran razón: ésa no dice yo, pero hace yo.

Lo que el sentido siente, lo que el espíritu conoce, eso nunca tiene dentro de sí su final. Pero sentido y espíritu querrían persuadirte de que ellos son el final de todas las cosas: tan vanidosos son.

Instrumentos y juguetes son el sentido y el espíritu: tras ellos se encuentra todavía el sí-mismo. El sí-mismo busca también con los ojos de los sentidos, escucha también con los oídos del espíritu.
El sí-mismo escucha siempre y busca siempre: compara, subyuga, conquista, destruye. El sí-mismo domina y es el dominador también del yo.

Detrás de tus pensamientos y sentimientos, hermano mío, se encuentra un soberano poderoso, un sabio desconocido -llámase sí-mismo. En tu cuerpo habita, es tu cuerpo.

Hay más razón en tu cuerpo que en tu mejor sabiduría. ¿Y quién sabe para qué necesita tu cuerpo precisamente tu mejor sabiduría?

Tu sí-mismo se ríe de tu yo y de sus orgullosos saltos. “¿Qué son para mí esos saltos y esos vuelos del pensamiento?, se dice. Un rodeo hacia mi meta. Yo soy las andaderas del yo y el apuntador de sus conceptos.”

El sí-mismo dice al yo: “¡Siente dolor aquí!” Y el yo sufre y reflexiona sobre cómo dejar de sufrir – y justo para ello debe pensar.
El sí-mismo dice al yo: “¡Siéntate aquí!” Y el yo se alegra y reflexiona sobre cómo seguir gozando a menudo – y justo para ello debe pensar.

A los despreciadores del cuerpo quiero decirles una palabra. Su despreciar constituye su apreciar. ¿Qué es lo que creó el apreciar y el despreciar y el valor y la voluntad?
El sí-mismo creador se creó para sí el apreciar y el despreciar, se creó para sí el placer y el dolor. El cuerpo creador se creó para sí el espíritu como una mano de su voluntad.

Incluso en vuestra tontería y en vuestro desprecio, despreciadores del cuerpo, servís a vuestro sí-mismo. Yo os digo: también vuestro sí mismo quiere morir y se aparta de la vida.

Ya no es capaz de hacer lo que más quiere: crear por encima de sí. Eso es lo que más quiere, ése es todo su ardiente deseo.

Para hacer esto, sin embargo, es ya demasiado tarde para él: - por ello vuestro sí-mismo quiere hundirse en su ocaso, despreciadores del cuerpo.

¡Hundirse en su ocaso quiere vuestro sí mismo, y por ello os convertisteis vosotros en despreciadores del cuerpo! Pues ya no sois capaces de crear por encima de vosotros.

Y por eso os enojáis ahora contra la vida y contra la tierra.

Una inconsciente envidia hay en la oblicua mirada de vuestro desprecio.

¡Yo no voy por vuestro camino, despreciadores del cuerpo!

¡Vosotros no sois para mí puentes hacia el superhombre!

Así habló Zartustra.